"No mires datos genómicos en casa", un autoconsejo que debería respetar, pero que hoy incumplí. Para responder a un correo tuve que rebuscar en mis ficheros, en datos que dejé en el cajón hace ya unos cuantos meses y que, como suele ocurrir, ya no recordaba dónde estaban los que buscaba exactamente.
Con lo cual terminé escribiendo dos correos y dándome cuenta de varias cosas que habían pasado desapercibidas a mis inexpertos ojos en su momento.
Allí dónde vi más de mil manchas borrosas y sin mucho sentido hoy se abrían ante mi unos 420 puntos muy concretos y cuyo significado se me mostró tan cristalino que dolía. Dolía no haberse dado cuenta antes, no verlo cuando estaba justo delante. Sin hacer ni un solo cambio a los datos, simplemente mirándolos.
Pero claro, los meses han pasado y, aunque parezca mentira, la experiencia ha hecho muy bien su trabajo. No deja de ser alucinante cómo funciona el cerebro, cómo es capaz de reordenar las imágenes, si sabe cómo hacerlo y mostrarte todo aquello que antes permanecía oculto. Y en el fondo la naturaleza es así ¿no? De apariencia caótica pero con un orden tan bello que asusta a quien es capaz de encontrarlo.
¿No son capaces los astrónomos de ver dibujos nítidos en lo alto del cielo dónde un niño sólo es capaz de ver puntos luminosos colocados al azar? Todo encaja, como cuando colocas las últimas piezas de un gran puzzle...
Estoy cansado, así que sólo os dejaré con una pequeña mención a un gran hito que hoy ha visto la luz, la luz editorial. Hoy se ha publicado que han conseguido sintetizar artificialmente el equivalente al cromosoma más pequeño de S. cerevisiae, de los 16 que tiene. 300.000 pares de bases funcionales y "artificiales". Puede parecer una tontería pero abre muchas puertas.
De la misma forma que la secuenciación del genoma humano comenzó secuenciando, precisamente este pequeño cromosoma quién sabe a qué nos llevará este artículo, este logro, dentro de unos años.