Aunque no va a aparecer aquí reflejado, llevo bastante tiempo tratando de escribir este post. Pero por unas razones o por otras, lo he ido dejando. Vaguería más que nada...
Pero creo que ya es hora de ir zanjando los asuntos pendientes xD. Y tras esta atípica introducción, empecemos con la entrada de verdad.
En el mundo hay gente, hay mucha gente (demasiada bajo mi punto de vista). Hay gente buena y mala, gente que hace el bien o que se porta horriblemente mal con los demás, pero hoy no voy a hablar de eso porque, independientemente de lo que puedan juzgar los demás, cada persona trata de hacer su vida lo mejor que puede.
Y la vida de las personas se traduce en las cosas que hacen y en cómo son capaces de hacerlas. De esta forma, también hay que aceptar que cualquier persona aspira a hacer las cosas bien.
Bajo mi punto de vista, cualquiera puede ser muy bueno, esto es, hacer algunas cosas de su vida muy bien en algún momento determinado, incluso pueden hacerlo extraordinariamente bien, pueden ser los mejores. Durante más o menos tiempo cualquier persona puede ser así, al fin y al cabo es lo que llamamos "triunfar", es por las cosas por las que felicitamos a otros y todo eso.
Pero yo creo que hay una diferencia entre las personas que son muy buenas con algo en algún momento, y las personas que son extraordinarias. Y la diferencia no radica en que los segundos sean capaces de hacer las cosas mejor que los primeros, ni mucho menos, todos pueden hacer las cosas igual de bien.
No, la diferencia radica precisamente en los malos momentos. Porque esos momentos se dan, tanto para los primeros como para los segundos. Y no pasa nada, la vida es así, es un conjunto de buenos y de malos momentos.
Pero, en esos momentos malos, se produce una diferencia muy importante, la gente que no es extraordinaria, en los momentos malos simplemente falla. Se levantarán después o no, mejoraran o no, pero en los momentos malos... no son capaces de salir del paso ni con sus obligaciones.
En cambio, las personas que son extraordinarias, en los momentos malos no brillan, no destacan, son gente del motón, pero salen del paso. Logran hacer una especie de "magia" que les permite no salir tan mal parados como deberían. Y es que los momentos malos son muy malos, pero este tipo de gente sigue y sigue. Esto es lo que les hace extraordinarios y no el hacer algo excepcional alguna vez en la vida.
Hay muchas personas extraordinarias en el mundo, muchos, ni siquiera llegarán realmente a destacar en nada, aunque otros muchos, en determinados momentos si lo harán pero como ya he dicho, lo que las hace extraordinarias son esos malos momentos, es el seguir tirando del carro, seguir ganando partidos jugando mucho peor que tu rival, seguir quedando en los puntos y luchar por un inalcanzable podio cuando no tienes un coche que realmente corra....
Y ahora, me vais a permitir que me dé un poco de cera a mi mismo porque me he demostrado a mi mismo que yo también soy una de esas personas extraordinarias. En este caso, mi cabeza, como siempre, es la que me ha permitido obrar la "magia" una vez más. He vuelto a superar otro curso, otra dura, durísima prueba y he vuelto a salir limpio, sin perder ni una sola convocatoria.
Eso si, he acabado con unas notas bastante más bajas de lo que me había acostumbrado, 4 notables. En total este horrible año han sido 5 notables, 1 aprobado (casualmente la que mejor llevaba) y 1 sobresaliente (casualmente la que peor llevaba). una media clara de notable, pero un notable que tiene tintes de matrícula de honor, de esa matrícula que este año no he probado. Sabe a Oro, sabe a victoria, porque no he fallado, porque he superado un importante bache en mi camino, porque marca la diferencia entre que fuera una persona capaz de sacar muy buenas notas y una persona capaz de seguir adelante incluso en lo peor.
Si, considero que soy extraordinario, lo cual no me trae la felicidad, pero al menos me demuestra a mi mismo que "yo lo valgo" y es con lo que me tengo que quedar. Al fin y al cabo yo mismo soy el único que me voy a acompañar todos los segundos de mi vida y si bien nunca ganaré Wimbledon, un Nobel o un premio Turing al menos podré estar satisfecho de que mi vida, a su manera, me demuestra lo extraordinario de mi ser.
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