Hace ya algún tiempo que no traigo por aquí artículos sobre los que reflexionar un poquito y ayer Google Now me recomendó este de La Vanguardia que habla sobre algunos "grandes tramposos" de la ciencia. En él se cuentan algunos casos flagrantes de fraude científico, bien por falsear datos, bien por robos y otras malas artes (tan de moda ahora en los realities de la TV).
Son sólo un par de ejemplos seleccionados de entre una disciplina humana que cada vez sufre más la lacra del mal hacer. Si que hemos hablado en otras ocasiones de este problema, y sus causas, en este blog, y lo seguiremos haciendo porque es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta el ser humano.
Y no será porque no se detecte en algún momento el fraude. Al final al tramposo es bastante probable que le termine llegando una carta editorial de Nature (o Science, Cell o cualquier otra revista) en la que recomienden que acepte firmar una retractación que, de todas maneras, se publicará. En algunos casos esto termina en suicidio ¿una medida demasiado drástica? Supongo que depende de la conciencia de cada uno.
Pero hasta que eso ocurre y los artículos manchados se van retirando, cargando de dudas a sus autores, la ciencia no puede avanzar en la dirección que debe hacerlo. Porque al final las revisiones las llevan a cabo seres humanos, con sus filias y sus fobias, sus amigos y enemigos y, sobre todo, con sus intereses particulares.
Yo mantengo la esperanza de que, con internet y las posibilidades que ofrece de plantear las dudas razonables sobre la ciencia que se va realizando se vaya limpiando la porquería de manera más eficiente. Al fin y al cabo Linux existe gracias a que miles de ojos revisan cada paso que se está dando.
Por mi parte lo único que puedo hacer es mantenerme vigilante y plantear a la comunidad todas aquellas dudas que me surjan a leer los trabajos. ¿No se suponía que en eso consistía la ciencia? ¿En dudar de todo? ¿En no dar nada por preestablecido?