3 años, 4 meses y 17 días... Ese es el tiempo que hace desde que tuve lo que fue la primera cita "formal" con la que por esos entonces era mi novia (y que en estos momentos desearía que lo siguiera siendo).
Aún recuerdo ese día como si fuera ayer, recuerdo perfectamente los comentarios, el frío, el miedo que me atenazaba, los cuadros de la exposición que vimos, el tacto de la hierva helada sobre la que nos echamos. En definitiva, lo mágico de ese momento.
Mi cabeza tiene una privilegiada memoria y tras ese tiempo, y todo lo que ha ocurrido, es capaz de volver a mostrarme toda la sucesión de momentos y sensaciones de casi cada uno de los instantes vividos desde 3-4 días antes de ese momento hasta ahora.
Supongo que es algo que ya ocurrió y que de nada sirve recordar el pasado, pero aunque no sirva de nada, para mi esos momentos serán inolvidables hasta que mi cerebro sea corrompido por la muerte, ya sea de parte de él debido a alguna enfermedad o a que mi forma de ser cambie tanto que empiece a ingerir sustancias (muy extendidas entre la sociedad) que lo vayan destruyendo o como parte de la muerte natural, dentro de unas cuantas décadas, de mi propia persona.
De todo en esta vida se aprende, absolutamente de todo, aunque normalmente de lo que más se aprende es de lo malo, y haya veces que no queramos aprender, porque lo aprendido no nos gusta. Pero de todo se aprende.
Yo no soy el mismo chico asustadizo de ese frío sábado de Enero, parece que fue ayer pero ha pasado mucho tiempo. Y ahora es cuando hay que demostrar la diferencia entre ser bueno y ser extraordinario, ahora es cuando no me voy a hundir en mi propia oscuridad porque la oscuridad siempre ha sido más útil si se canaliza hacía algún objetivo nuevo que uno se pueda marcar.