lunes, 28 de mayo de 2012

Sentimientos literarios


Llevo unos días sin escribir, y esta vez la excusa es, precisamente, que tenía cosas por escribir y que no he hecho. Tenía que escribir una entrada de homenaje a Miyamoto por su premio Príncipe de Asturias y, después de esa, tocaba la del día del orgullo friki de este año, que además iba a ser la entrada que convirtiera este año, ya en mayo, en el año con más entradas de todo el blog. Eso ocurrirá en la próxima entrada por cierto.
Pero no lo he hecho, no he escrito nada. Ni he publicado análisis que tengo pendientes, ni trailers de nuevos juegos, miniaturas de la semana o simplemente reflexiones estúpidas. Nada. Y la verdad es que no tenía mucho ánimo para hacerlo.
Pero ayer estaba leyendo "El nombre del Viento" que sabéis que es el libro que me toca ahora y llegué a una parte que tenía que publicar. De hecho casi me levanto anoche, a las 2 de la mañana para hacerlo, pero logré contenerme, no era momento.
En cualquier caso tenía que hacerlo. El libro me está encantando, como os comentaré varias veces y repetiré en la crítica que le haga. Ya he publicado una frase del mismo aquí, y es la primera vez en muchos muchos años que doblo algunas esquinas del libro para marcar pasajes. El que os voy a presentar es uno de ellos y quiero dejar constancia aquí porque es algo que bien podría haber escrito mi corazón:

Quería cogerle la mano. Quería acariciarle la mejilla con las yemas de los dedos. Quería decirle que era la primera mujer hermosa que veía desde hacía años. Que verla bostezar tapándose la boca con el dorso de la mano bastaba para que se me cortara la respiración. Que a veces no captaba el sentido de sus palabras porque me perdía en las dulces ondulaciones de su voz. Quería decirle que si ella estuviera conmigo, nunca volvería a pasarme nada malo.

Por supuesto en la historia ocurren muchas cosas antes, y muchas más tienen que ocurrir, esto solo es un pequeño, muy pequeño párrafo de la vida de Kvothe. No os lo localizaré para no desvelar cosas que vosotros consideréis importantes. Por último quiero dejaros también el párrafo que sigue al anterior y que también son frases que recorren los laberintos de mi mente demasiadas veces:

Estuve a punto de pedírselo. Notaba la pregunta burbujeando en mi pecho. Recuerdo que tomé aliento y que, en el último momento, vacilé. ¿Qué podía decir? ¿Ven conmigo? ¿Quédate conmigo? ¿Ven a la Universidad? No. Una repentina certeza se tensó en mi pecho como un frío puño. ¿Qué podía pedirle? ¿Qué podía ofrecerle? Nada. Cualquier cosa que dijera parecería estúpida, una fantasía infantil.

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