Hoy ha sido un buen día. Este artículo se suponía que iba a ser sombrío y triste cuando fue concebido pero, si no he podido escribirlo este fin de semana, por algo será.
Iba a versar sobre conversaciones sueltas, sobre la extrema facilidad que tengo para hacerme invisible y soportar enormes pesos, como ya he reiterado hace no mucho. Sobre la pesadumbre que día a día me mantenía pegado al suelo. Sobre... deseos de cosas imposibles. Sobre seguir sonriendo en momentos duros, sobre alergias y sobre viajes.
Pero hoy ha sido un buen día. Hoy, por unas horas, no puedo pensar así. Hoy he escuchado tres palabras, tres palabras muy simples, sencillas. Tres palabras que, soy plenamente consciente, estaban en un contexto determinado en el que no tienen más significado. Pero probablemente sean las tres palabras que más deseaba escuchar en el mundo y ahora ya se como suenan juntas, como suenan de sus labios, con su preciosa voz, desde su angelical rostro que hoy lucía más que nunca.
Y no solo ha sido un buen día por eso, pero eso sólo habría convertido el día en bueno. Se que debo pegar los píes al suelo, soy el más realista, y el primero que sabe que no significa nada, pero se acerca la hora de los sueños, y en sueños puedo ir a uno de esos universos en los que tiene muchos significados, o más bien uno solo.
Puede que mañana tenga buenas noticias sobre otros temas, como muy tarde, pasado mañana tendré en mis manos algo que me hará sentir, al menos, orgulloso. Parece que esta semana ha empezado demostrando que no se va a hacer demasiado larga. Tengo tareas pendientes que no se si podré completar, porque no dependen sólo de mi, pero al menos yo seguiré intentando mi parte.
De momento me voy a reconciliarme con el mundo de los sueños, aunque no me extrañaría que mañana, al despertar, me encontrara que vuelve a ser lunes, y que todo el día de hoy no ha sido más que un efecto de la piedra de los sueños.
Hoy ha sido un buen día.
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