Ayer, la persona que, probablemente, mejor me conoce del mundo me hizo un comentario. Un comentario que he tenido en la cabeza desde entonces y al que no paro de darle vueltas.
Me había propuesto que estas vacaciones serían de pintura, videojuegos y meditación, tratar de aclarar un poco la niebla de mi mente y, precisamente ese comentario es el que provocaba gran parte de la niebla.
Porque si, yo me hacía esa misma pregunta, pero verla escrita... ver que era una frase a medio camino entre la afirmación y la pregunta. Ver que, desde fuera, las cosas se ven como se temen desde dentro.
No repetiré aquí ese comentario, queda para mi intimidad más profunda. Seguiré dándole vueltas, poniéndome excusas absurdas que no sirven más que para que la balanza se incline hacía el lado de la certeza y vaya abandonando la duda.
¿Cómo darme una respuesta a mi mismo, de mi interior, si no quiero aceptarla? ¿Necesitaba que alguien me lo dijera desde fuera? Alguien que verdaderamente se preocupa por mi y me conoce mejor que yo mismo. Sinceramente, me sorprendió el momento, me sorprendió el origen... pero creo que el comentario en si mismo no me sorprendió. Creo que simplemente... asustan todas las implicaciones que tiene...
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