Hoy dudaba sobre qué fragmento subir a Facebook y al final decidí publicar allí uno y aquí otro. Espero que os guste.
Y entonces la atrapo. Sus manos se enredan en mi pelo, y tira de mí hacia ella. Sus labios anhelantes. Su lengua tímida e inquieta. Su aliento en mi boca, llenándome la cabeza. Sus pezones, calientes, me rozan el pecho. Su olor a trébol, a almizcle, a manzanas maduras caídas del árbol...
Y no hay vacilación, no hay duda. Sé exactamente qué tengo que hacer. Mis manos se posan en su nuca. Acarician su cara. Se enredan en su pelo. Se deslizan por la suavidad de su muslo. La agarran con fuerza por el costado. Rodean su estrecha cintura. La levantan. La tumban...
Y ella se retuerce debajo de mí, ágil y lánguida. Lenta y suspirante. Me abraza con las piernas. Arquea la espalda. Sus manos calientes se agarran a mis hombros, a mis brazos, a mis caderas...
Entonces se sienta a horcajadas encima de mí. Sus movimientos son salvajes. Su larga melena me acaricia. Echa la cabeza hacia atrás, temblorosa, estremecida, y grita en un idioma que no conozco. Sus afiladas uñas se clavan en mis pectorales...
Y también hay música: gritos mudos que suben y bajan, suspiros, mi corazón acelerado. Sus movimientos se enlentecen. Le agarro las caderas en un frenético contrapunto. Nuestro ritmo es como una canción silenciosa. Como un trueno repentino. Como el golpeteo de un tambor lejano...
Y todo se detiene. Todo en mi se tensa. Estoy tirante como una cuerda de laúd. Dolorido. Me han tensado demasiado y me rompo...
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