Llevo tres días buscando, incansable, motivos. Claro que no son los motivos que busca todo el mundo, que esos nunca dejo de buscarlos, y no llevo sólo unos días en ese empeño. No. Llevo tres días buscando cosas como las que ilustran el post.
Motivos consenso de unión de factores de transcripción al DNA. Un nombre un poco grandilocuente para conjuntos de letras casi aleatorias con las que tratamos de explicar la vida. Y a la vida es a la que le faltan motivos, para seguir adelante.
Me gustaría decir que después de estos tres intensos días (que realmente con este "proyecto" llevamos varios meses, pero ya estamos con la parte final), me gustaría decir que veo letras por todas partes, que cuando leo no veo más que consensos de palabras, letras de colores de distintas alturas dependiendo de su conservación.
Pero mentiría. Y es que realmente preferiría que mi vida se redujera a eso, preferiría no ver sus ojos, sus labios, su cadera, no oír su voz ni esperar que me dirija una palabra, por muy insulsa que sea. Ojala fuera aquello que se espera de mi, un friki que no se preocupa más que por la ciencia y por sus frikadas.
La ciencia te enseña muchas cosas, pero una de que más noto su fría influencia es que las decisiones que tomes te obligan a ser consecuente. Si, por ejemplo, decides aceptar un dato como válido o significativo, tienes que aceptar otros con sus mismas características, y viceversa, si rechazas indicios que no te interesan, te ves obligado a rechazar también otros, que probablemente fueran válidos.
Digamos que las "certezas absolutas" llevan consigo contrapartidas.
Y ahora mismo mi vida se balancea entre dos orillas, completamente apartadas. Por un lado están unos hechos que me están haciendo perder la cabeza, porque hay algo dentro de mi que, contra todo pronóstico, me dice que tengo razón en mi interpretación, pero la única certeza que tengo señala en dirección contraria.
Si la certeza, el "control negativo", tiene razón, me sobran motivos para dejar de lado mi vida actual, porque no puedo más con ella. De verdad que no puedo, todo esto es superior a mi.
Pero en los peores momentos, cuando el nubarrón se posiciona directamente sobre mi cabeza, esa misma parte de mi interior me dice que mi destino está en lo que estoy haciendo, que estoy dónde debo estar y otro tipo de cosas grandilocuentes...
Así que, si acepto que me estoy volviendo loco y que mi interior no tiene ni idea, tengo que asumirlo en todo. En cambio, si acepto la segunda parte, he de confiar también en que la primera sea cierta... ¿puedo equivocarme en aquello de lo que he estado más seguro en toda mi vida?
Esa es otra pregunta, de muy difícil respuesta...
2 comentarios:
Cuántas veces me habré cuestionado yo si lo que hago es realmente lo que me gusta hacer, que no es lo mismo que lo se debe hacer...
Ánimo, a ver si encuentras tu respuesta. :)
Las circunstancias, el problema siempre son las circunstancias...
Gracias por los ánimos :), seguiremos "trabajando en ello"
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