viernes, 19 de julio de 2013

Invisible existencia

Escribir... esa imperiosa necesidad de expresar algo que... creo que no podría racionalizar lo suficiente como para depositarlo en un soporte eterno como es internet. Pero que aún así es necesario, aún así el vaso vuelve a desbordarse y se hace necesario desalojar un poco de agua.
Demasiadas veces he escuchado esta semana frases del estilo a "¿qué te pasa?" o "¿te ocurre algo?"; y lejos de mostrarme a gente que se pueda preocupar minimamente por mi no han hecho más que ahondar el sentimiento de invisibilidad que me somete a esta existencia vacía.
Invisibilidad, porque los muros invisibles pueden sostener cimientos, pueden resistir riadas y pueden proteger lo que guardan. Pero también pueden agrietarse y, aunque nadie se de cuenta de que están ahí, pueden venirse abajo. Y es que es así como me veo, como un enorme muro invisible, al que se le supone una férrea dedicación a las necesidades, de otros, siempre de otros, pero del que nadie es realmente capaz de ver las fracturas que amenazan con destruirlo todo al fin.
¿Y esta negrura repentina? ¿Esta desolación? ¿Este dolor? ¿Acaso ha cambiado algo? ¿Acaso no sigue siendo mi vida exactamente igual a como era hace... semanas? Supongo que si, supongo que no ha cambiado absolutamente nada. Ser consciente de lo gilipollas que soy no es una novedad, la verdad, y que los imposibles se alejen un poco más... Llega un momento que sumar a una distancia infinita hace que la distancia siga siendo igual de infinita.
Y aún así el agujero es cada día más profundo. Odio mi anatomía y no por ninguna de sus partes "externas", no, sino por esa absurda protección que nos ha otorgado la evolución, ese amasijo de huesos que protegen los órganos internos con una barrera rígida y que, de tocar, produciría un dolor insoportable.
Imagino que esa protección no existe y que por fin algún objeto afilado puede atravesar uno de los órganos más vitales con los que cuenta mi cuerpo. Aquel que con su fatigoso palpitar me recuerda una y otra vez que aún sigo aquí, que aún puede doler más.
En fin, los hay que vienen a este mundo para hacerse notar, y los hay que son invisibles incluso cuando no deben serlo. Puede que algún día hasta yo mismo deje de comprenderme y todo sea... más fácil.

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