Hoy, al igual que ayer, el comienzo del día no augura buenos acontecimientos. Es cierto que aún estamos en esa horrible parte del mes en que se concentran los malos días, y también es cierto que el calor bochornoso no ayuda al ánimo, arrebata las energías.
Pero bueno, aquí estoy, deseando que las horas pasen y las dagas dejen de torturarme un día más. Debería sentir un pequeño alivio de su dolor, de su ataque, ya que el viernes logré ver un fenómeno que llevaba varios meses persiguiendo, pero el alivio fue momentáneo, ínfimo, demostrando de nuevo que mi malestar no se debe a la ciencia.
Y es que hay feos que me hacen que a mucha gente le harían largarse con un portazo. Que mucha gente no soporta, y a mi... bueno, digamos que no me hacen tanta mella. No son agradables, y cabrean, pero sólo durante un pequeño intervalo de tiempo, ese tipo de cosas que, al día siguiente, ya no parecen tan graves o ya has... asimilado.
Pero, en cambio, estas punzadas no disminuyen. No desaparecen con el tiempo, ni tan siquiera puedo decir que me acostumbre a ellas. Punzadas agravadas por la posibilidad de elegir, de decidir que se terminen para siempre, renunciando a todo lo demás. Y es que decidir no es sencillo, es, probablemente, una de las tareas más complicadas que puede llevar a cabo el ser humano. Todo sería más sencillo sin tener que decidir.
Y hay veces que se pueden posponer las decisiones, o incluso relegarlas a otros, que decidan por ti y así poder seguir remando contra corriente. Mucha gente camufla con "consejos" lo que considera órdenes, y otros muchos piden consejos cuando lo que quieren son, precisamente, órdenes.
Pero hay decisiones que no se pueden cargar sobre los demás, hay veces que un consejo no es más que eso, un consejo, y que una petición de consejo no implica el llevar a cabo lo aconsejado.
Consejos, consejos... ¿conejos? Qué absurdo es todo, y esto para decir que necesito consejo, opiniones... pero de gente que sea capaz de entender el dilema en que me encuentro... cosa casi imposible por otro lado... lo que yo os diga, absurdo todo.
Es increíble lo poco que puede importarte saberte imprescindible (o casi), para una buena cantidad de personas, te da igual. Pero, por contra, saber que para una persona, una sola persona, eres completamente prescindible, puede que incluso... ¿le sobras?, te puede doler como la más cruel de las torturas. Así es la vida ¿no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario