Hoy ha sido un día de reconciliación, ligera, con python. Y digo esto porque ayer me fui a dormir bastante molesto con el lenguaje, o con el código o... yo que se. Encima fue cosa de todo el fin de semana porque dejé un "problemilla" sin resolver en uno de mis algoritmos el viernes anterior, por la tarde y era una espinita que tenía clavada.
Lo de ayer fue por las malas noticias de los cursos y no entender qué narices fallaba en una de mis resoluciones a uno de los ejercicios ya que, en principio, mi propuesta daba puntuaciones más altas que la respuesta "buena" y no he llegado a entender el por qué. Habrá que profundizar más.
En fin, que la reconciliación ha llegado gracias a una pausa en mis quehaceres burocráticos que "tantísimas alegrías" me dan ¬¬, Para evadirme me propuse encontrar y solucionar el defecto que dejé a medias y tras una larga e intensiva revisión del código comprobé que eran 5 símbolos... Para que luego digan que la programación no desespera.
Bien, es cierto que esos 5 símbolos hacían que la variable cambiara su ámbito de local a global y ello hacía que no cambiara de valor en las diferentes ejecuciones de la función. Pero eso son minucias, lo verdaderamente importante es que la solución pasaba por eliminar esos 5 símbolos del código final.
Ahora el programa funciona que da gloria verlo. Ahora ya se le pueden seguir añadiendo funcionalidades que hagan que vuelva a fallar y haya que volver a depurar. Eso es lo bonito de la programación. Bonito y a la vez desesperante, pero bonito al fin y al cabo.
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