En el día de hoy nos tocaba excursión a la milenaria ciudad de Nara, a una hora en tren desde Kioto. Es curioso porque, en un principio, esta excursión quedaba fuera del planning previsto por parecernos a todos una suerte de "trampa para turistas", una Venecia japonesa. Con todo el respeto a la preciosa ciudad de Venecia, que a mi me gustó mucho, pero a día de hoy es un parque temático.
Bueno, la cosa es que al final si que entró en la planificación final, ante las recomendaciones recibidas, así que nos encaminamos hacia allí. Cogimos el tren pero, a mitad del trayecto, en medio de una interesante clase magistral sobre religión y tradiciones japonesas, un anciano, muy amablemente, nos indicó que si queríamos llegar antes podíamos cambiarnos a otro tren en esa misma estación.
Llegamos y lo cierto es que a mi Nara me sorprendió. Si ya de por sí Kioto es una ciudad de contrastes Nara lo es aún más. Yo me esperaba una suerte de pueblo "pequeñito" con casas bajas y sin apenas oficinas. De hecho esperaba que fuera poco más que el famoso parque. Pues lo primero que nos encontramos al salir de la estación fueron altos rascacielos, sin llegar a los de Tokio, claro. Camino al parque se observaba el contraste del que os hablo. Entre la zona comercial un gran cementerio que más parecía un monumento que otra cosa. Los típicos templos entre los edificios, el ambiente en general.
Cuando llegamos al parque, muchísimo más grande de lo que se veía en Google Maps, empezamos a ver los famosos ciervos de Nara. Y no, no son 4 o 5 ejemplares envalentonados que se acerquen a la gente, no. Son decenas de ellos que se mueven a sus anchas por medio de esa parte de la ciudad. Es su territorio, eso está claro.
Están perfectamente acostumbrados a la gente pero, lo más curioso y, en cierto sentido, triste, es que se han condicionado a responder a los turistas. Saludan con una reverencia a un 'konnichiwa' esperando una galleta tras hacerlo. En unos animales salvajes, como los ciervos, no deja de ser algo decepcionante.
En mitad del parque se encuentra el gran buda de madera. El más grande, de madera, del mundo. Se recomienda no mirarlo hasta que no estás justo debajo de él, para que así el efecto sea mayor, y lo es.
No solo el buda es impresionantemente grande, la edificación que lo guarda, que también es el edificio de madera más grande del mundo, te hace sentir pequeñito al entrar. Es increíble que todas las edificaciones de madera, y especialmente los templos y palacios, se construyen con piezas autoensamblables, de forma que, solamente con los planos de las piezas y su montaje, cualquier edificio puede reconstruirse o trasladarse quedando al final tal y como era originalmente.
Ya a mediodía emprendimos nuestro regreso a Kioto, faltaban cosas por ver en Nara, pero no se puede estar en dos lugares al mismo tiempo. Eso si, disfrutamos de la gastronomía local antes de partir, al fin y al cabo era la hora de la comida.
Ya en Kioto, nos acercamos al castillo de Nijo. Cuán grande fue nuestra sorpresa al comprobar que el horario que especificaba Google Maps de cierre constituía el de cierre final, pero la última visita comenzaba una hora antes. Una "novatada" que conviene tener en cuenta cuando vosotros planifiquéis vuestros viajes. En cualquier caso, recorrer la muralla también fue un paseo interesante.
Desde allí nos encaminamos a nuestra última visita del día, el bosque de Bambú. Para mi fue otro de los lugares mágicos del viaje. Llegamos con el atardecer en el horizonte y aún pudimos recorrer parte del bosque con una preciosa luz anaranjada. Las fotos no hacen justicia del bosque y de la tranquilidad que transmitía.
Plagado de pequeños templos en su interior, nos los encontramos con una buena cantidad de gente con vestidos tradicionales, al igual que el día anterior en Fushimi Inari. Hasta nos encontramos con una grabación de una película de camino hasta allí.
La zona es también una zona residencial, y cuando sales de la frondosidad inicial, antes de subir hacia las montañas, te encuentras con un montón de casitas unifamiliares muy al estilo de Kamakura, en las inmediaciones de Tokio.
Cuando terminó nuestro recorrido por el bosque volvimos a casa para reponer fuerzas, ha sido un día de bastante caminata y para mañana nos espera bastante más. Kioto es grande y vamos a dar una vuelta muy larga e interesante.
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