Como me voy a ir al destierro bloguero (vale, no es para tanto pero queda como más dramático así), os dejaré hoy con una de esas "reflexiones trasnochadas" que os permitan paliar el mono un día más. Y es que no quería irme sin comentar un caso que me ocurrió la semana pasada en el metro y que me dejó un poco preocupado con la sociedad. Vale que no esperaba otra cosa pero es como más grave cuando lo ves en directo.
Resulta que iba yo en mi camino de vuelta a casa, tras el curro, y entraron en el metro una pareja de ancianos, ciegos. Supongo que ya os imagináis por donde van los tiros. Yo estaba sentado, en uno de los asientos no reservados. Por supuesto los reservados estaban ocupados así que esperé un poco a ver si los ocupantes decidían amablemente ceder sus sitios a los recién llegados, cosa que no ocurrió. Al comprobarlo ya me levanté yo para que pudiera sentarse al menos uno de los miembros de la pareja y, ante mi gesto, otros pasajeros, que también estaban sentados, se levantaron.
Al final, y al poco tiempo, la historia se solucionó, como podéis ver. Y si, es cierto, que los ancianos estarían acostumbrados a ir de pie en el vagón si hacen uso del metro a menudo, pero eso no quita para que fuese un poco triste comprobar cómo, ni siquiera las personas que debían, por un acuerdo tácito de buen uso del transporte público, levantarse, lo hicieran en un primer momento. No se si esta es la sociedad que queremos, pero si que es la que tenemos.
Y esto me lleva a otra pequeña reflexión y es la que hace referencia a toda esa gente que se cree con una especie de superioridad moral como para ir dando lecciones al resto sin la mínima decencia posible. Yo no empecé a criticar a los pasajeros que no se levantaron, simplemente me levanté yo y con el ejemplo fue suficiente para que otras personas cambiasen su actitud.
Y es que esas personas que van dando lecciones suelen ser las que no practican con el ejemplo. Las que parece que disfrutan "regañando" pero no enseñando. Seguro que todos habéis tenido algún compañero/a en la oficina que manda el típico correo a lo madrastrona regañando sobre la dejadez, la suciedad o cualquier tontería. O el típico vecino/a que va poniendo cartelitos por la escalera para tratar de dejar en ridículo a todo el edificio o tapar sus propias vergüenzas, sin darse cuenta que ese tipo de actos, las faltas de ortografía o la mera acción, dicen más de lo que creen.
Esos pequeños actos, forma de querer quedar por encima de los demás, de "ganar", de absoluta altivez regia, lo único que hacen es desatar la mofa del resto. Consiguen el efecto contrario al deseado por el artífice y le dejan en muy mal lugar. Además de que hay que ser muy idiota para pensar que se pueden ganar aprecios intentando ridiculizar a toda una comunidad.
Además, estos actos son los que, en una escala mucho más alta, nos han llevado a la situación actual entre el Gobierno de Cataluña y el Gobierno de España. Si, parece un salto muy grande, pero al final es esa falsa modestia adoctrinadora la que rige ambas situaciones. Al final, se cazan más moscas con miel que con vinagre, se enseña mejor con el ejemplo que con los insultos y creo que mucha gente debería reflexionar antes de enviar correos, dejar papeles en la escalera, despreciar a una mitad de tu comunidad autónoma o utilizar según que recursos no articulados de la Constitución.
Y ya se que este post puede parecer un ejercicio de lo que estoy describiendo, lo cual puede, en si mismo, ser un recurso. Pero nada más lejos de la realidad. Como ya he dicho al principio de la entrada, no busca ser más que una reflexión trasnochada antes de irme a acostar prontito para poder madrugar mañana y que no se noten las ojeras del viaje.
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