Varios días sin publicar, y como siempre no ha sido buena señal. Pero hoy la diosa (el ente que domina nuestras vidas solo puede ser femenino, al menos en el caso de mi propia vida) cuántica se ha portado bien conmigo.
Y como siempre que esto pasa, vengo por aquí para agradecérselo con todo mi corazón, rogando que no pasé tanto tiempo hasta la próxima vez y que vaya un pasito más alante. Pero, por supuesto, sin exigir nada, al fin y al cabo nunca podré saber si soy el Observador de mi propia existencia o un mero actor en la representación de la Diosa Cuántica.
Hoy, por primera vez en mucho tiempo, me he sentido útil. He notado que mi existencia, al menos durante unos minutos tenía sentido, tenía una razón de ser y era conseguir que esa preciosa sonrisa volviera a brotar de los labios que hablaban. Que el alma de la persona que iba a mi lado encontrara un poco de paz, que me sintiera cerca y le agradara mi compañía.
No he dicho muchas de las cosas que quería o tenía que decirle, de hecho creo que no le he dicho ninguna. Ni siquiera me he atrevido a darle dos inocentes besos en la mejilla al saludarla o al despedirla. Lo máximo tocarle el hombro para llamar su atención.
Puede que necesitara de mi un abrazo, o simplemente más cercanía, o puede que si esa cercanía se hubiera producido, la hubiera asustado. No lo se, ni lo sabré nunca. Sólo se que no he estado tan torpe como las últimas veces, y esta vez estábamos solos.
No voy a negar, no podría negar que daría lo que fuera, cualquier cosa, por saber qué es lo que piensa ella de mi, por saber si ella también deseaba que el camino a casa se prolongara kilómetros y kilómetros o por el contrario estaba desando que desapareciera en el horizonte. O incluso si ha sido indiferente. Aunque creo que esta tercera opción no es válida, algo me dice que no.
Pero las reglas del juego son las que son, no se pueden cambiar y aunque me carcoma la curiosidad, la impaciencia por volver a verla, el deseo de mostrarme más cercano y de que ella me corresponda, hay que respetar las normas.
Y tampoco negaré que una reacción prosaica en su particular biblioteca hubiera sido desconcertante, aunque alagadora. Pero realmente no la esperaba, ya bastantes sucesos acontecieron, como para que ocurrieran más.
Y bueno, el resto del día también ha sido bastante agradable, conversaciones amenas, la sensación del deber cumplido en el trabajo, tarde en inmejorable compañía, noche de relajante pintura y posterior escritura en este pedacito de internet. Si hasta me econtré ese €uro que véis al comienzo y que, conociéndome, pasará a formar parte de la colección de recuerdos de días buenos. Y ahora ya solo queda despedirme porque ya debo dejar descansar del todo a mi cerebro, que hoy ha sido un día de esos que tiene que almacenar en la memoria a largo plazo.
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