Hace dos días pasé a "despedirme" de mi querida Rana, la Rana de la fachada de la Universidad de Salamanca, esa Rana que tantos y tantos exámenes me ha acompañado con su atenta mirada.
Pero, si no me voy de Salamanca, ¿Por qué me despido de la rana? os preguntaréis. Pues muy sencillo, porque al ayuntamiento no se le ha ocurrido otra fuente de ingresos para la ciudad que prostituir esa preciosa fachada.
Están colocando un andamio para que los turistas puedan visitar a escasos centímetros, todos los detalles que pueblan tan ilustre entrada. Con esto, no serán pocos los guiris que con sus manos grasientas de hamburguesas, sobetén la rana hasta dejarla reducida a una mínima expresión de lo que es ahora mismo.
Y yo le tengo mucho cariño y respeto a esa Rana, como bien he dicho paso cada vez que tengo algo importante que hacer, para que me dé el visto bueno y la suerte necesaria, y al terminar, paso a devolverle esa suerte, me la haya dado o no. Se que es una tontería, pero para mi es una tradición que no me gustaría tener que cambiar.
Pero me temo que en la próxima tanta de trabajos y exámenes estaré solo, o al menos ya no contaré con la atenta mirada del anfibio cuando me dirija a mis pruebas. Aún así yo seguiré llendo a visitarla, a solicitarle su bendición, tanto para actos académicos, como no académicos porque se que ella, así lo espera.
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