sábado, 7 de julio de 2012

Hablar sin decir nada


Nuevamente, y ya es tradición, no he tenido ánimo para escribir en unos días. He estado, estoy, muy triste, muy frustrado, cabreado, hundido y, por encima de todo, siento que cada vez lo hago peor con la persona que más me importa en el mundo.
Me echaría a llorar, horas, si no fuera por que no me lo puedo permitir, porque he de ser fuerte y porque sería un acto de supremo egoísmo. Pero ahora mismo en mi alma no hay ni un solo sentimiento positivo. Bueno, miento, si que hay uno, su sonrisa. Esa sonrisa que he tenido delante hace una hora y que sabéis que consigue que me derrita por completo.
"Hablar sin decir nada" algo que he tenido que hacer demasiado estos últimos días. No decir nada a nadie sobre mi estado, pero sin mentir porque si no tengo motivos no soy capaz de mentir, no me gusta, no es bueno. Las pocas personas que se han preocupado por mi no han recibido más que vagas explicaciones y confirmaciones de que no estoy bien, pero no saben hasta que punto estoy mal. Y no debería estar mal, al menos yo no, por eso no tengo motivos para hablar con nadie, para relatarle a nadie absolutamente todo lo que me aflije y, de todas maneras, muy poca gente sería capaz de entenderlo y decirme que no me coma la cabeza, en estos momentos, no es consuelo.
"Hablar sin decir nada" con ella. Algo que siempre tengo que hacer ya que no puedo declararle mi amor sincero e incondicional de buenas a primeras, pero ahora es algo que me ha costado mucho hacer. Ella ha sufrido un suceso... duro los últimos días y yo no he podido estar a su lado. De hecho lo único que he podido hacer ha sido enviarle un escueto y ridículo mensaje de Facebook en el que no he podido decir ni la décima parte de lo que quería, de lo que mi corazón me decía que debía decir o hacer.
Si me hubiera guiado por mi corazón nadie me habría impedido estar con ella. Habría podido abrazarla, tratar de consolarla, o animarla si es todo lo que necesitaba. Le habría dicho que estoy ahí que me tiene para lo que quiera, para cualquier cosa que necesite, para dar un paseo y tomar un helado o para desahogar todas y cada una de sus penas. Si me guiara por mi corazón me arrodillaría ante ella, le hablaría del amor que siento por ella y le suplicaría que me dejara intentar hacerla feliz.
Pero por desgracia (o por suerte si lo miramos por su lado) la razón se impone y acaba dejándome siempre en mal lugar. Al final parezco un insensible que no me importa nada lo que le pase, parece que solo hablo por compromiso... Pero, al fin y al cabo, ¿qué razones tengo para preocuparme? ¿Qué razones tengo para entrometerme en su vida cuando no soy más que un mocoso estúpido al que ni siquiera había visto hace 10 meses? ¿Por qué habría de aliviarle mi torpe consuelo o agradarle mis burdos intentos de hacerla feliz? ¿Quién soy yo para ella además de una molesta mosca que vuela a su alrededor?
Hoy la he visto, y he vuelto a no saber cómo actuar. He vuelto a quedarme completamente bloqueado. Sí, le he dado dos besos, cuando debería haberle dado además un abrazo. He preguntado qué tal cuando debería haberme interesado mucho más. Al fin y al cabo ¿no es lo que quería hacer? Pero he vuelto a no saber qué decir, a quedarme callado y salir corriendo como un cachorro asustado a los dos minutos. No quería que mi presencia arruinara su dulce sonrisa, su tranquilidad... No quiero molestarla, no podría perdonármelo.
La amo tantísimo que temo que cualquier movimiento que haga vaya a estropear los momentos que vivo a su lado además, ¿por qué alguien tan increíble como ella iba a fijarse en alguien tan poca cosa como yo?

Quizá debería explicar la foto de la peseta. No es más que un guiño al hecho de que la vida siempre me envía retazos de mi pasado cuando peor estoy anímicamente y hoy no iba ser una excepción. Desde sueños de pasados que aparecen en el futuro hasta esa misma peseta tirada en el suelo en un lugar bastante reseñable para mi presente pasando por encuentros con gente que hacía demasiado tiempo que no me encontraba. Digamos que ha sido un día muy... nostálgico y no precisamente por las buenas, hasta que una losa de presente me ha alegrado y hundido a partes iguales. Porque normalmente encontrarme a mi amor tiene ese efecto doble, me alegra infinitamente ya que pasaría toda la eternidad a su lado, pero me hunde el no saber qué hacer...

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