Ya estoy terminando El nombre del viento :snif :snif :-(. Sí, ya se que algunos pensaréis que me ha durado demasiado, pero a mi me gusta condurar las buenas historias y esta es increiblemente buena, a la altura del mejor Tolkien u otros genios de la literatura fantástica.
Ayer leyendo entre su último centenar de páginas encontré otra de esas partes que... bueno, no me resulta muy lejana y me gustaría dejaros por aquí, porque... bueno porque si.
Al final encontré a Denna como siempre, por pura casualidad. Iba caminando, muy apurado, pensando en mis cosas, cuando doblé una esquina y tuve que parar en seco para no chocar con ella.
Nos quedamos plantados unas milésimas de segundo, atónitos y sin habla. Pese a que llevaba días buscando su cara en cada sombra y en cada rincón, su presencia me dejó anonadado. Recordaba la forma de sus ojos, peno no su peso. Su oscuridad, pero no su profundidad. Su proximidad me cortó la respiración, como si de pronto me hubieran sumergido en el agua.
Había pasado largas horas pensando cómo sería ese encuentro. Había imaginado la escena un millar de veces.
Kvothe se encuentra a Denna aparentemente por casualidad, al menos es casualidad las veces que consigue dar con ella, que suelen ser las veces que menos lo espera. Si solo se cuentan los encuentros podría parecer que nuestro protagonista es una especie de mago, bueno, de hecho es simpatista pero el Alar no sirve para lograr esos momentos tan importantes para él. En el libro se cuentan los incesantes intentos de Kvothe por encontrarse con Denna y lo verdaderamente complicado que es que esto ocurra.
Por último quiero dejar también otro fragmento, de unas páginas más adelante, en el que se observa muy buen como Kvothe "se come la cabeza".
Pensé en la nota que me había dejado Denna en la ventana de mi habitación, y por un instante tonteé con la posibilidad de que Sim tuviera razón. Sentí en mi pecho una débil llama de esperanza al recordar la noche que habíamos pasado en lo alto del itionolito.
Entonces recordé que esa noche Denna deliraba. Y recordé a Denna sujetándose al brazo de Lentaren. Pensé en el alto, atractivo y rico Lentaren y en todos los hombres, muchísimos, que tenían algo que ofrecerle que valiera la pena. Algo más que una buena voz y varoniles bravatas.
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