Por fin saco un rato para hablar de... ¿los recortes? ¿la compleja situación socioeconómica? ¿el increíble apoyo popular a las manifestaciones convocadas hace unas horas? Si, debería hablar de todas esas cosas, debería dejar aquí mi opinión una vez más sobre el salvaje ataque a los derechos que está orquestando el actual gobierno de España.
Pero no, yo ahora mismo sigo en mi nube. Mi nube extraña porque nunca se convertirá en realidad. Si, la casualidad me ha vuelto a regalar un encuentro con mi Diosa, de unos segundos y sin demasiadas palabras intercambiadas, pero sigue teniendo el poder de transportarme a esa parte de mi ser en la que no importa nada, solo existe ella y el resto del universo carece por completo de sentido.
Sí, es cierto que los últimos días han barrido por completo la más mínima esperanza que pudiera tener con ella. Que ya se que no soy nadie como para que se fije en mi, mucho menos para que algún día pudiera quererme. Y existo en su vida no es más que por una serie de casualidades que, probablemente, no le importaría que no hubieran sucedido. También se que sería muy difícil, por no decir imposible que yo tuviera algo que la pudiera hacer feliz.
La quiero, la amo con toda mi alma. Daría lo que fuera por conocer las siete palabras que hicieran que cayera rendida. Por no tener que pedirle una y otra vez a la realidad cuántica que me regale unos segundos a su lado. Pero la vida es como es, y a mi nunca me va a amar nadie, así que... mejor aceptarlo cuanto antes.
Estaba tan guapa... tan preciosa como siempre, tan encantadora, tan jovial. Es increíble que, aunque mis ínfimas esperanzas se hayan visto truncadas, no ha decaído ni un ápice lo que siento por ella. Si que se han puesto nuevas barreras, y ya no se si seré capaz de hacer las dos cosas que tenía pensadas para antes de noviembre. Pero sigue desarmándome, derritiendo mi helado corazón con una sola mirada, consiguiendo que esa felicidad fingida sea real unos segundos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario