Ríos de sangre
fluyen
sin obstáculo.
La podredumbre humana
que desquicia al más cuerdo
haciendo que se destruya a si mismo.
La oscuridad más absoluta
atrapa y retiene
todo a su alcance.
Gotas salpican
en la lejana orilla
cuando las piedras atraviesan
el rojizo líquido.
Rocas caen del cielo
rasgado
destrozado de tanto admirarlo.
Todo aquello
que es puro y bello
se ha perdido
en el tiempo.
Cuesta creer
que la navaja de Ockham
también explique
semejante escena.
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